La calle de la cárcel
25 octubre, 2015 | 5:00 am
Un pequeño cuarto con barrotes de acero ubicado en una finca sobre la Mariscal bien podría ser la primera prisión instalada en la ciudad, aseguran historiadores
Fuente: Cortesía
Como si el destino de manera irónica le hubiera hecho una jugarreta, una vieja celda permanece atrapada en el corazón de la ciudad.
Encerrada entre fincas en desuso, la prisión, probablemente utilizada a principios del siglo XVIII, es tal vez la que le dio el origen al antiguo nombre de la calle Ignacio Mariscal, que durante el siglo XIX fue conocida como “La calle de la cárcel”, según narra el cronista de la ciudad Ignacio Esparza Marín en su libro “Monografía Histórica de Ciudad Juárez”.
Allí, en ese pequeño cuarto donde los barrotes de acero aún prevalecen, el silencio que remonta a otro tiempo, sus paredes de barro, ya modificadas con el tiempo, dejan ver el cruzar de las centurias en su avejentado rostro.
Antes de conocerse como la calle Ignacio Mariscal, la vialidad era conocida por los primeros pobladores por esa celda en la que se recluía a los malhechores a principios de 1800.
Existen versiones de que la finca en cuestión pudiera estar ligada a otro espacio histórico, la aduana fronteriza, que con el tiempo pasaría a ser la Oficina de Correos y el sitio que fue usado como sede de los Poderes de la Nación por el presidente de México Benito Juárez.
Entre las teorías de la posible utilización de ese lugar donde se halla la celda, localizado en la calle Mariscal, José Luis Hernández Caudillo, historiador aficionado y uno de los coordinadores del grupo de Facebook “El Juárez de Ayer”, indicó que el sitio pudo también tratarse del lugar que ocupó la primera aduana que fue colocada en la ciudad, aproximadamente en el año 1835.
Fue precisamente ese grupo de la red social que tuvo acceso a ese sitio histórico hace algunos años, en el 2012, y lograron captar imágenes que compartieron a NORTE, cuando se realizaron las gestiones ante la dueña de la finca para poder observar con detenimiento la vieja construcción.
En la propiedad hay una serie de cuartos donde se acumula la humedad de lluvia y prevalece el olor a tierra mojada, llevan hasta el lugar que, según algunas versiones, fue utilizado como una cárcel.
En esa prisión de apenas cuatro metros de largo por cuatro de ancho y tres de altura que cuenta con un techo de vigas de madera, según narran los aficionados a la historia en el grupo, lo mismo pudieron ser recluidos los indios nativos agresores que los vaqueros, los jugadores, los contrabandistas y los pendencieros del Juárez viejo.
Ignacio Esparza Marín, quien fuera el cronista de la ciudad, describió en su libro “Monografía Histórica de Ciudad Juárez (Tomo 1)” la conformación de las calles que componían el primer cuadro de la ciudad en la zona que comprende las inmediaciones de la Misión de Guadalupe.
Allí, el historiador señaló que la calle de la Cárcel (hoy Mariscal) tenía ese nombre “porque en esta calle había una celda que servía de cárcel para aprisionar a las personas que habían cometido algún delito y ameritaban ser juzgadas y procesadas”.
Antes de la Reforma
El mismo Esparza Marín, párrafos adelante, señaló que para el año 1835, debido al incremento que había tomado el contrabando generado por gente angloparlante, el Presidente de la República, el general Miguel Barragán, ordenó la creación de la aduana regional de Paso del Norte, la cual tuvo su cede en la calle del Comercio (16 de Septiembre) casi esquina con la de la Cárcel (Mariscal).
De hecho, el historiador menciona que fue en ese lugar que ocupó la aduana donde el Benemérito de las Américas estableció y asentó los Poderes de la Nación cuando estuvo en esta ciudad, entre los años de 1865 y 1866.
Hoy en día, de esta última finca aparentemente solo quedan los recuerdos y un busto que fue colocado en memoria del expresidente mexicano.
Sin embargo, hay quienes aseguran que los cuartos donde se encuentra la celda, los cuales coinciden con la ubicación en la parte posterior de donde se ubicaba la propiedad que también llegó a funcionar como la Oficina de Correos pudieron tener alguna conexión.
Una puerta que da a un pequeño cuarto apenas a unos metros de donde se encuentra la celda abre aún más el enigma: en su interior aún se puede observar parte una escalera de espiral construida con madera fina, probablemente caoba, la cual gira alrededor de un tronco con el que era sostenida.
Sin embargo, dicho pasadizo se encuentra clausurado en su parte superior, donde hoy la planta alta es ocupada por una serie de departamentos.
Entre clausuras y candados
Versiones de vecinos señalan que en dicho lugar, según las historias orales de personas de la tercera edad, se decía que esa finca también formaba parte del lugar que llegó a habitar el Benemérito de las Américas, aunque no existe una prueba fehaciente que así lo certifique.
Otras puertas que conectan dentro de la finca se encuentran clausuradas, selladas o con varios candados, lo que hace imposible su acceso.
Integrantes del grupo “Juarez de Ayer”, quienes recuperaron parte de las imágenes que lograron captar durante la visita que llevaron a cabo hace algunos años, coincidieron al señalar que este tipo de espacios debería ser rescatado, ya que nuestra ciudad aún mantiene ciertos vestigios ocultos de la riqueza que tuvo alguna vez.
En este sentido, José Luis Hernández Caudillo definió que parte del interés del grupo es recuperar y traer a la población parte de la belleza arquitectónica que tuvieron las calles, así como la restauración de sitios que marcaron episodios de la historia tanto de la ciudad como de la patria misma y deben ser recuperados para beneficio de las generaciones venideras.